martes, 30 de noviembre de 2010

Que digan ellas mismas mi historia
Que en su recorrido no falte ninguna parada
que por sus surcos nadie se esconda
y su orilla se renueve una y otra vez
No son para nadie, pero son mías
Están en mí, y yo misma soy en ellas
Yo las busco y las encuentro
Las hago nacer y evito que mueran
Las cuido y cada vez están más fuertes
más profundas
Crecen y y más cuido de ellas
Dolor para el placer
Tanto placer para un dolor
Afuera.
No todo está allá afuera.
Pero se ven por dentro
Las ven desde ahí, y no saben cómo mirarlas.
Tímidas, descaradas, firmes, presentes e invisibles.
No sabes lo que estás viendo.
La recorres una y otra vez
Buscas el filo, su placer.
Ácido y agudo.
Penetra.
Cuando quiere, hace el surco de puntitas
Baila en la superficie del dolor.
Son buenos los caminos
En un desierto parejo
un surco líquido se va secando
Y a su lado, otros lo imitan.
Se escurren, se comunican hacia adentro.
Parece que dispararan señales que incan.
Y es lo que buscaba.
Un poco más
No sólo aquí
Allá también
Desciende por una montaña
es un poco más hondo, más fresco, más joven.
Uno más
Tanto placer en el dolor
Olvidas, sientes, lloras, sientes
No sientes.
Ya no están emitiendo señales
por todo el cuerpo
Se callan, se secan
Las tocas para que sigan funcionando, para que sigan su camino
Los ves, te quedas mirándolos.
Los escondes
Los descubren, Te preguntan
Tanto placer en el dolor
Afuera y adentro
Debajo y encima.
Las necesitas de nuevo
Que no se callen.

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